Sanar tus viejas heridas implica dejar de sufrir. La cuestión es que eres consciente del dolor pero no sabes de donde procede y tampoco tienes recursos para manejarlo. Mientras en la reeducación podías cambiar a voluntad tu comportamiento, en la sanación necesitas la ayuda de alguien. Lo que se sana es lo que comúnmente se conoce con el nombre de “herida original”, es decir, el resultado de un trauma que se originó en tu infancia. Todos tenemos heridas que sanar y debemos ser muy honestos en este sentido. Un trauma muy común, que provoca la herida arquetípica del abandono y la insatisfacción crónica, se produce cuando en el periodo de lactancia tu madre te retiraba el pecho de  forma brusca. Imagínate bebiendo plácidamente de la teta de tu madre y de repente, ¡zas!, se acaba la comida. Si la única fuente de alimentación que tienes se ve interrumpida de manera repentina ¿qué crees que puede pasar?

Cuando experimentamos un trauma suceden tres cosas: en primer lugar se reprimen sentimientos placenteros asociados a esa experiencia, en segundo lugar, la tensión que se crea se deposita en el cuerpo y, finalmente, buscamos una explicación racional de lo que ha sucedido. Si somos muy pequeños, esa explicación se realiza a nivel inconsciente y lo que formamos es una imagen conclusiva. Un  ejemplo podrías ser: “si amo soy abandonado”; o, “nunca tengo suficiente”. En ese momento se crea una herida original.

A medida que vamos creciendo vivimos situaciones que nos recuerdan el dolor que experimentamos en la herida original y lo que hacemos es protegernos para no revivirlo. Imagínate que tienes un hermanito. Cada vez que tu madre se va a cuidarlo tú te sientes abandonado. Como no quieres experimentar el dolor del abandono que sufriste cuando te amamantaban, te proteges, es decir, acumulas más tensión, reprimes más emociones y refuerzas tu imagen conclusiva. Al final terminas construyendo un sistema de creencias, es decir, una serie de supuestos que nunca cuestionas y desde los cuales tomas buena parte de tus decisiones. Sanar significa crear un espacio para que el abandono no sea una expectativa vital en tu vida y puedas así aprovechar tus oportunidades.