Hace unos años recibí un dinero de la venta de un piso familiar. Como en ese momento no lo necesitaba lo llevé al banco y compré un producto financiero con el nombre de cedulas hipotecarias. Al cabo de un tiempo acudí al banco para retirar los fondos y destinarlos a un proyecto emprendedor pero el banco me comunicó que no había liquidez en el mercado y que, como nadie compraba ese producto, mi dinero estaba congelado. Entonces pregunté que para cuando estaba prevista la mencionada liquidez: nadie supo contestarme.

Mi interés entonces se centró en los motivos por los cuales no se podía predecir el comportamiento de las cédulas y me dijeron que todo dependía del EURIBOR, es decir, tenía que subir el tipo de interés al que los bancos se prestan el dinero en la zona euro, lo que comúnmente se llama el precio del dinero. Cuando acudí a la oficina y pregunté al personal del banco sobre el comportamiento del EURIBOR en el mercado, solo encontré respuestas balbuceantes y ojos desorbitados: “depende de la inflación, el nivel de ahorro, la marcha de la economía…”.

Ante mi negativa a aceptar esa respuesta como válida, llamaron a un experto que afirmó lo siguiente: el EURIBOR se calcula partiendo de los precios de oferta de los préstamos que se hacen entre sí los 64 principales bancos europeos. Además no es un solo tipo de interés, sino un conjunto de ellos, pues las entidades financieras usan diferentes tipos según el plazo al que se prestan dinero y los datos que arroja el IBEX.

Pregunte entonces por el IBEX y me dijeron que era el índice ponderado por capitalización bursátil y el principal referente de la bolsa española. Ante mi incredulidad, el experto financiero me explicó con suma amabilidad que el IBEX es elaborado por Bolsas y Mercados Españoles y que está formado por las 35 empresas con más liquidez que cotizan en el Sistema de Interconexión Bursátil Electrónico, mas conocido por SIBE. O lo que es lo mismo, una plataforma electrónica en la que negocian sus valores las cuatro bolsas españolas, conectada a su vez con todas las bolsas mundiales.

Cuando pregunté si el aumento de la vibración planetaria podría influir en la subida del EURIBOR, mi experto asesor me dirigió una sonrisa de complicidad y, disculpándose de manera soterrada, declaró: “así funcionan las cosas”. Yo solo quería saber cuando se venderían mis cédulas hipotecarias y al final terminé perdido en una plataforma electrónica de carácter global que no hacía ninguna referencia a la economía productiva.

Este es seguramente el gran problema al que nos ha llevado la economía actual: la mayor parte de la riqueza no se genera en base al desarrollo humano, social o medioambiental, sino que es el producto de la especulación. Especular significa comprar un bien cuyo precio se espera que va a subir a corto plazo con el único fin de venderlo oportunamente y obtener un beneficio. También significa procurarse provecho o ganancia con cualquier cosa. El problema de la especulación es que, si no hay un sistema de equilibrado, al final de la cadena siempre hay alguien que sale perdiendo: bolsas de pobreza en las grandes ciudades, personas desempleadas, niños explotados en trabajos infames, pueblos enteros masacrados, guerras, hambre y escasez, destrucción impune del medio ambiente… De modo que es fácil deducir que, si la economía especulativa crece, cada vez habrá más desequilibrios en la Tierra.

Antoni Melé opina en su libro “Dinero y Conciencia”, que la economía se ha convertido en una práctica cuyo fin último es el dinero. Nos parece lógico comprar lo más barato, producir al menor costo posible y vender lo más caro que podemos. Justificamos nuestro comportamiento apelando a conceptos como la ley de la oferta y la demanda, la maximización del beneficio, la productividad, la necesidad de crecer todos los años… Todas estas ideas se dan por supuestas, es decir, funcionamos a partir de ellas sin reflexionar sobre su utilidad. En definitiva, forman un sistema de creencias que tiende a perpetuarse en el tiempo.

Sin embargo, a medida que la percepción que tenemos sobre la realidad cambia, nuestro comportamiento económico se modifica y con él, también se trasforma el viejo paradigma en el que vivimos. Entonces se produce un cambio significativo en la sociedad, en la economía y en la cultura. Lo importante de este proceso es que la mudanza se produce de forma individual, hasta que se alcanza una masa crítica que lo traslada al conjunto de la sociedad. El desarrollo personal requiere de una toma de conciencia en relación a los estímulos que generamos en nuestro entorno. Y el dinero es uno de los instrumentos más eficaces para lograrlo.